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LOS HUMANOS NO NOS MOVEMOS DE FORMA CAÓTICA

La ciencia de las multitudes

Un grupo de personas no se mueve de forma muy diferente a un rebaño de borregos o una bandada de pájaros. Es más, lejos de ser irracional e impredecible, el movimiento de una muchedumbre sigue reglas específicas que los científicos ya han empezado a descifrar.

Manifestantes en Ucrania

Manifestantes en Ucrania EFE

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¿Va Vicente donde va la gente? Para comprobar cuánto de cierto tiene el dicho popular,el biólogo Jens Krause, de la Universidad británica de Leeds, diseñó hace unos años un curioso experimento en el que congregó a varias decenas de sujetos en una gran sala y les pidió que caminaran al azar, sin rumbo fijo.

Les prohibió hablar e incluso gesticular. Ni siquiera podían lanzarse miradas cómplices. Y sólo a unos cuantos "infiltrados" les dio instrucciones precisas de hacia dónde debían dirigir sus pasos. Ante la atónita mirada de Krause, al final estos pocos (un 5%) marcaban el rumbo de los demás y, como les habían indicado, acaban caminando en grupo dibujando una estructura sinuosa en la sala, similar a una serpiente, que raramente habría surgido de forma espontánea.

"Sin darse cuenta, nuestros participantes siempre acababan llegando a un consenso en sus movimientos", explicaba el investigador en la revista Animal Behaviour Journal, que repitió varias veces el experimento. Este hecho no es solo anecdótico, sino que podría utilizarse para dirigir movimientos cuando se producen grandes aglomeraciones en conciertos o eventos deportivos, simplemente contando con unas pocas personas "líderes" formadas para saber hacia dónde debería dirigirse la masa para evitar colapsos.

Y hablando de deporte, ¿te has preguntado alguna vez cómo funciona el movimiento de la ola, ese gesto colectivo que desde el mundial de México de 1986 hace furor entre los espectadores de un partido de fútbol y otros espectáculos?

Analizando el desarrollo de olas en estadios con capacidad para más de 50.000 personas, el físico húngaro Tamàs Vicsek le ha puesto números y ha calculado que generalmente se desplaza en el sentido de las agujas del reloj a una velocidad de 12 metros (20 asientos) por segundo. Por otro lado, para que se desencadene hace falta que al menos 25 espectadores levanten sus brazos.

Aunque lo realmente curioso es que, según ha demostrado Vicsek, el modelo matemático que reproduce el movimiento de la ola es casi idéntico al que simula el comportamiento de las células cardíacas o la propagación de los incendios forestales. En términos biológicos, cada espectador del estadio actúa como lo hace una célula cardiaca que pasa de un estado activo (cuando eleva los brazos) a otro pasivo (espera a que la onda pase).

El desastre del Love Parade o tragedia de Duisburgo, que tuvo en 2010 en Alemania cuando 21 personas fallecieron durante una estampida humana, ha dado mucho que pensar. Los investigadores de Centro Nacional de Investigación Científica (CNRS) han centrado sus estudios sobre el movimiento colectivo en simulaciones para entender qué hace que en ciertas situaciones las masas se muevan provocando avalanchas, para poder evitarlas.

Su modelo sugiere que todo peatón sigue dos pautas muy simples: se mueve hacia los espacios vacíos que detecta en su campo visual y se mantiene a una distancia prudencial de los obstáculos. Con este par de sencillas reglas se puede explicar, por ejemplo, por qué se suelen formar dos filas unidireccionales en direcciones opuestas cuando caminamos por un espacio abierto. Y también por qué se genera el caos en situaciones de emergencia y cómo se puede prevenir en los planes de evacuación, diseñando entre otras cosas las estructuras y los edificios de forma estratégica.

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