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POLÉMICA POR LA PÉRDIDA DE ESTAS ROCAS

La loca historia de las rocas lunares

La NASA ha perdido la pista a buena parte de las rocas recogidas en la Luna, dando lugar a un mercado internacional de compraventa clandestina. Ahora, el Gobierno ruso quiere que se cataloguen y se consideren Patrimonio de la Humanidad.

Astronauta recogiendo piedras lunares

Astronauta recogiendo piedras lunares Agencias

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En 1969, los astronautas del Apolo 11 regresaron a la Tierra con 22 kilos de rocas lunares que fueron minuciosamente estudiadas por científicos de todo el mundo. Las misiones Apolo recopilaron, en total, más de 300 kilos de piedras, parte de las cuales permanecen a día de hoy en el Laboratorio de Recepción Lunar, un centro de la NASA ubicado en Houston.

Parte, pero no todas.

Las rocas lunares han protagonizado anécdotas de lo más estrambóticas. Una de ellas tiene a Franco como secundario de lujo. Ocurrió en 1973, cuando el Gobierno de Estados Unidos, presidido entonces por Richard Nixon, regaló unas piedras lunares al Gobierno español como agradecimiento por su colaboración en las misiones Apolo.

Piedra lunar  entregada a España  por la  Nasa

Según parece, el embajador estadounidense entregó personalmente el obsequio a Franco. El dictador, que para eso lo era, se llevó las piedras a casa y ahí se pierde la pista de tan insigne regalo. Se ha dicho que Carmen Polo lo perdió, que se vendió y que sigue todavía en posesión de la familia. Se ha dicho también que, hace un par de décadas, las piedras fueron ofrecidas al Museo de Historia Natural de Londres a cambio de una cantidad nunca declarada. El vendedor, dicen, era español.

En 1998, Estados Unidos aprobó una ley federal para identificar y detener a las personas que estuviesen haciendo negocio con las rocas lunares. En un arrebato poético-administrativo, la operación fue bautizada como 'Eclipse Lunar'.

La historia merece su propia película. Dos agentes encubiertos, protegidos tras nombres falsos, publicaron un anuncio en el diario USA Today. “Moon rocks wanted”, decía en grandes caracteres. Una de las personas que contactó con ellos demostró tener en su poder la roca que décadas antes regalara el Gobierno estadounidense al pueblo de Honduras. Pidió cinco millones de dólares por ella.

Los agentes no tuvieron más remedio que pagar, dinero que consiguieron gracias a la interesada generosidad de un millonario tejano llamado H. Ross Perot que, por entonces, se postulaba a la Casa Blanca.

Sin embargo, no fue hasta 2012 que la NASA admitió haber perdido la pista a buena parte de las rocas lunares. Entre los responsables de semejante embrollo se señaló a Richard Nixon, quien, durante su presidencia, regaló casi 200 rocas a naciones de todo el mundo, España incluida, y también a los gobernadores de su propio país. Lo que Nixon no previó es que, con el paso del tiempo, casi todas aquellas piedras acabarían desapareciendo misteriosamente.

Así eran las rocas lunares que Nixon regalaba alegremente.

Este delirante episodio de la carrera espacial ha regresado a la actualidad en las últimas semanas merced, ironías de la vida, a un oficial ruso. Se llama Vladimir Markin, y es el portavoz del Comité de investigación de su Gobierno. Hace un mes, Markin publicó un artículo donde solicitaba una investigación llamada a validar que Estados Unidos realmente llegó a la Luna.

“No estamos sugiriendo que los americanos no llegasen a la Luna y simplemente hiciesen una película sobre ello –escribió-. Pero todos estos artefactos científicos, y quizá culturales, son parte del legado de la Humanidad, y su desaparición es una pérdida común”.

No parece probable que el Gobierno estadounidense haga el menor caso a tan alocada petición. Es una lástima, porque sería todo un detalle que alguien encontrase la roca perdida de los Franco y que se exhibiese, por fin, en un museo. Cierto que no deja de ser una piedra. Pero, qué demonios, se supone que es nuestra.

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