Corto pero intenso. El último capítulo que hasta ahora ha salido de la serie es el que menos duración tiene de la temporada, pero en el que más sucesos ocurren. El primero y el más esperado: el afianzamiento de la relación entre Jon Nieve y Daenerys Targaryen.

El proclamado rey del Norte le muestra a la madre de los dragones las pintadas que hay en las minas de vidriagón que finalmente confirman las sospechas que tenía la Targaryen sobre la existencia de los caminantes blancos.

Los encuentros Starks no terminan esta séptima temporada. La última de las que quedaban vivas, y que aún no se había reencontrado con su familia, Arya, vuelve a Invernalia. El esperado y ansiado abrazo con su hermana, y el frío y fraternal reencuentro con Brand, puso fin a la dispersión de los Stark.

El otro esperado encuentro del capítulo fue el de Jon Nieve con Theon Greyjoy, que volvía tras huir de la batalla con su tío. Al contrario que el resto, este fue bastante movidito y agresivo. Jon le recriminó todo lo que le había hecho a su familia, y le aseguró que si le dejaba vivo era simplemente porque había salvado a su hermana.

Tras la pérdida de varios aliados, Daenerys Targaryen acusa a su consejero Tyrion Lannister de ser muy tibio y cobarde y decide pasar a la acción: en lugar de esperar y debilitar poco a poco a su rival, quiere atacar directamente.

Y allí nos lleva la escena final del capítulo: el ejército liderado por Jaime Lannister se ve sorprendido por los Dothraki y la reina de dragones montada encima de uno de ellos, lo que provoca el caos en el ejército Lannister. Al final, salvado por alguien desconocido, Jaime cae al agua huyendo del fuego del dragón.