El FBI averigua que Joan, la guía del museo que ha simulado ser una rehén, es la principal sospechosa. Sin embargo, unos sicarios secuestran a la trabajadora y a Cameron Black y les encierran en el maletero de un coche.

Allí, Joan le cuenta que ha sido engañada y que le habían prometido que si cambiaba los cuadros, que al detonar las bombas Kay descubre que son falsos, le darían parte del beneficio. Tras conseguir salir del maletero y huir de los sicarios, Cameron entrega a la guía al FBI quien confiesa todo.

Resulta que Charlie, el hijo de Dietrich, dueño de los cuadros que se exponían en la galería del museo, es el artífice de todo el plan y culpable del asesinato de uno de los trabajadores e intento de homicidio de Joan y Cameron.

Lo que hizo fue contratar al personal del museo para llevar a cabo el robo. Por un lado contrató al guardia de seguridad que era ingeniero y fue el encargado de fabricar las bombas, y por otro, contrató a Joan que cambió la obra original por una falsa que pintó ella misma y fingió ser secuestrada. Así conseguiría los 120 millones de dólares que pedía al FBI.