Sebastián Boyero, alias "Sebas" tuvo una infancia feliz. Sus padres le procuraron un buen colegio, una buena educación y que nunca le faltase de nada. Se desvivían por él y al pequeño Sebas le maravillaba ver cómo sus padres seguían enamorados año tras año. Nada quebrantaba su relación: eran el matrimonio perfecto. Acabado el colegio Sebas mostró especial interés por el trabajo de su padre: policía municipal. Y quería seguir sus pasos. Ingresó en la academia y desde muy pronto empezó a destacar por encima del resto. Sin embargo todas las grandes aptitudes que denotaba para la parte teórica le faltaban en la parte física. Nunca fue un hombre de acción, de ahí que le costase mucho adaptarse a las armas de fuego, a las persecuciones, a la lucha cuerpo a cuerpo... Podía recitarte el manual palabra por palabra, pero cuando había una simulación de arrestar a unos criminales era capaz de pegarse un tiro en un pie.

Con todo logró aprobar las oposiciones, para orgullo de sus padres, y obtuvo una plaza como policía municipal. Tenía por entonces 20 años y su vida estaba a punto de cambiar. Conoció a Lola, se casó con ella y tuvieron dos hijos; Alex y Nata. En su trabajo es muy estricto con las normas, no se le pasa ni una. Se sabe todos los artículos del código civil y hace alarde de ello. Es el John Wayne de la policía (pero en lugar de sacar rápido la pistola, él es el más rápido sacando el talonario de las multas). De hecho, nunca ha disparado y espera no tener que hacerlo nunca, porque no sabría ni apuntar. No tiene ninguna mancha en su expediente laboral, se considera un policía íntegro, algo que se encarga de recordar muy a menudo. De carácter sensible, intenta ir de duro, pero enseguida se le ablanda el corazón (menos cuando tiene que poner una multa por pisar la línea continua). Eso sí, tiene un pronto impulsivo y suele perder la paciencia con bastante facilidad.