Un obrero de Reino Unido quiere gastar una broma a su compañero de trabajo, así que llena de pegamento las asas de una mezcladora de hormigón portátil. El compañero agarra la máquina y sus manos se quedan pegadas a ella.

Tras intentar despegarse, sin éxito, la única solución es acudir al hospital para poder liberarle, pero tiene que hacerlo metido en el maletero de una furgoneta acompañado de la hormigonera. "¡Qué agobio!", exclama Valeria Ros.

"¿Sabéis lo que tuvo que ser más gracioso? Cuando por la tarde fue el jefe y vio que no habían avanzado nada porque tuvieron que pasar la tarde en urgencias", bromea Miki Nadal, e Iñaki Urrutia añade que "a veces las bromas se nos van de las manos, menos en este caso, que se quedan pegadas".