Como cuenta Sebastián Álvaro, por suerte nunca ha sufrido congelaciones graves en ninguna de sus expediciones. Como explica, "tengo todavía todos los dedos de las manos pero los tengo tocados". El aventurero, además, ha explicado una curiosa anécdota que vivió ascendiendo una montaña en el sur de España.

"En un proyecto de ayuda que estábamos haciendo en Jaén subimos a la montaña más alta de la provincia, el pico Mágina, de 2.167 metros", ha contado. "Nos pilló una buena tormenta, me puse a hacer fotografías y, bajando, noté que mis manos tardaban en reaccionar", añade. "Dejé de la cámara y me dediqué a bajar del monte bien para evitar cualquier problema", concluye.

"Te congelas fácilmente ya que la primera parte de la congelación empiezas a perder el tacto de las manos y los pies", argumenta. "Cuando llegas al campo base y te quitas las botas, ya tienes congelaciones graves que te pueden costar los dedos", añade.