Alberto Chicotese desplaza con varios agentes medioambientales hasta bosques del norte de Guadalajara donde solo se pueden recoger setas con fines recreativos. Los pinares, propiedad de la Junta de Castilla-La Mancha, están repletos de carteles en los que se indica que la cantidad máxima por persona y día es de cinco kilos.

A pesar de que la normativa sobre la cantidad de setas que se pueden recoge es muy clara, siempre hay quienes quieren hacer negocio y hasta las mafias tratan de sacar provecho aunque ello implique destrozar los montes.

Alberto Chicote es testigo de primera mano de cómo varias personas recogen muchos más kilos de los que deberían. Los agentes ponen en marcha un control en el que diferentes vehículos van cargados hasta los topes. El objetivo de los recolectores ilegales es vender las setas que llevan, aunque la cantidad que excede lo que permite la ley es requisada.

De manera progresiva, la tensión va aumentando hasta que una mujer estalla contra los agentes y Chicote: "Llevo 30 años aquí y en mi vida me han quitado los níscalos [...] tengo el culo pelado de venir aquí, antes te ponían una denuncia, te echaban, pero nunca te los quitaban".

A pesar de que Alberto Chicote le pregunta dónde los va a vender, la mujer se muestra esquiva y se limita a decir que son "para vender y comer".

Cuando los agentes les recuerdan que pueden únicamente llevar cinco kilos por persona, la mujer y su acompañante no dudan en asegurar que en total eran cinco personas, pero los demás se han ido "a comprar".