Tras la Guerra Civil española hacía falta repoblar el país y entonces la natalidad se convirtió en una cuestión de Estado.
Por eso, era menester condecorar a los patriotas más fértiles, a las parejas que más hijos tenían. Eran unos premios de natalidad que el mismo Franco instruyó en un decreto de 1941 con el pretexto de "premiar y estimular" a quienes "con gran sacrificio levantan la excepcional carga familiar".
Los premios se entregaban en el Día del Padre tanto a los matrimonios que más hijos tuviesen como a los que mayor número de hijos vivos conservase.
Aquello fue una auténtica primavera demográfica. En 1962 nacieron en España casi 660.000 bebés. Unos datos que contrastan mucho con los menos de 330.000 niños que nacieron en el año 2022. Exactamente la mitad.
Y es que en 60 años hemos pasado a temer al invierno demográfico, un problema al que prestan atención políticos de todo signo y que asola en realidad a toda Europa.