Es habitual en estas fechas comer y cenar de más, y además tomar alimentos que habitualmente no comemos y que acaban por sentarnos mal. La nutricionista Verónica Chazín explica en laSexta Xplica que, por ejemplo, el queso curado que habitualmente encontramos en nuestras mesas en Navidad o Nochevieja es un producto graso y de difícil digestión, que puede tardar hasta cinco horas, siendo uno de los alimentos que más cuesta digerir.

El alcohol que acompaña a estas comidas tampoco ayuda. Aunque se distribuye en sangre muy rápidamente, su metabolización puede tardar hasta 40 minutos, haciendo que se vaya acumulando durante la digestión y generando ese reflujo y ese ardor que tanto nos incomoda.

Los embutidos tan típicos de estas fechas también son de difícil digestión por el alto contenido en sal, las proteínas y las grasas que tienen.

Por último, los turrones, que son una combinación de grasas y azúcares que nos cuesta digerir.

Este combo hace que, al no estar acostumbrados a las grandes cantidades de comida que ingerimos en estas fechas, y menos de noche, aparezcan esas sensaciones de gastroenteritis, pesadez e incomodidad, tal y como explica la experta.