Julián Grimau tenía una doble vida, como refleja el archivo del Partido Comunista de España. No era comercial, sino un dirigente del ilegalizado Partido Comunista de España, infiltrado en Madrid, que se jugaba la vida viajando por Europa.
Julián Grimau tenía una misión: reconstruir un movimiento obrero muy mermado por los encarcelamientos y los fusilamientos franquistas. "Fundamentalmente la labor consistía en mantener citas con dirigentes o con antiguos militantes que acababan de salir de la cárcel y a los que se pudiera reincorporar a la lucha clandestina. Pero también alentar un nuevo movimiento obrero fundamentalmente a través de la infiltración dentro del sindicato oficial, el sindicato vertical", apunta el historiador Fernando Hernández.
Víctor Díaz-Cardiel fue uno de los muchachos de la fábrica que Grimau apadrinó para la causa. Con los años se convertiría en un líder histórico del Partido Comunista, curtido en decenas de protestas obreras en pleno franquismo que él y Grimau incentivaban desde la sombra. En el vídeo sobre estas líneas, explica a laSexta Columna la noche en que visitaron a dos amigos suyos de un barrio noble de Madrid que querían participar en la lucha.
Aquella cita marcó el destino de Grimau, que horas después sería detenido por la policía de la dictadura. Él y Díaz Cardiel se fueron juntos caminando, soñando con un futuro mejor, más democrático, hasta que se separaron para siempre: "Allí nos despedimos, y no le volví a ver", recuerda.
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