Con la frontera fortificada en el 45 y el nazismo saltando por los aires, existía un Madrid clandestino en el que Antonio Sastre y sus compañeros vivían los años más potentes de la guerrilla urbana, aprovechando la noche para llevar a cabo acciones de propaganda con el peligro de ser pillados por un sereno.
El propio Antonio, el último guerrillero que queda con vida, recuerda a sus 100 años cómo fue el encuentro con uno de ellos y la curiosa forma que se le ocurrió para ahuyentarlo: "Metí la mano en el abrigo y la apunté así y le dije 'salga corriendo de aquí si no quiere que le pegue un tiro, no tenía más que la mano'", comenta entre risas en el vídeo sobre estas líneas, donde comenta cómo "el tío se puso blanco y salió corriendo, ¡cómo corría!".
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En el barrio de Antonio bullía la resistencia hasta que un soplo puso a la policía detrás de su pista. El día que le cogió la policía cuenta que "me pusieron una pistola en la cabeza". Tras días de tortura, Antonio fue condenado a pena de muerte en 1947. "Veías a gente joven cómo los sacaba y oías los disparos de las ejecuciones", recuerda. Algunos de sus compañeros de cárcel acabaron ante el pelotón de fusilamiento, él tuvo más suerte y, por primera vez, cuenta su historia en televisión, la del último guerrillero de ciudad vivo, arropado por su mujer, Carmen.
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"Un soldado me dijo: '¿Por casualidad, señora, no tendrá un cigarrillo?' Le dije: 'Tengo aquí un clavelito', y lo saqué. Y lo puso en el cañón de su pistola, y yo repartí todos los claveles que tenía", recuerda Celeste en este vídeo de laSexta Columna.