Es el día de su investidura. Hoy se convertirá en presidente. Pero antes, debe presentar su programa de gobierno. El objetivo del primer Gobierno de Aznar es meter a España en la cabeza del euro. Para ello, hay que cumplir una serie de requisitos: déficit, inflación, deuda… España suspende en todo.
Aznar se la juega. Su programa de gobierno es cumplirlos. Para lograrlo, de entre todos sus hombres y mujeres, elige a Rodrigo Rato. Él será el mago al que encarga el milagro: tener en 18 meses una economía tan saneada como la alemana.
Para lograrlo, Rato toma dos medidas. La primera, una clásica: recortar. Elimina 1.200 millones del presupuesto y congela el salario a los funcionarios.
Pero no es suficiente. Hay que reducir deuda y déficit para conseguir dinero. Y por eso llega la otra gran medida de Rato: vender las joyas de la abuela: son las privatizaciones.
Endesa, Repsol, Telefónica, Tabacalera, Argentaria, Iberia… las grandes compañías públicas del país salen a bolsa. El Gobierno coloca en ellas a amigos y conocidos, como el compañero de clase de Aznar.
El Estado consigue en dos años 25.000 millones de euros y pasa el examen del euro. Rato es el hombre del momento, el que ha llevado a España a la vanguardia económica europea. Ahora Aznar puede codearse sin complejos con los grandes líderes.
Pero quieren más. Para potenciar la economía, Rato aprueba la ley que convierte toda España en urbanizable: la ley del Suelo.
El precio de las casas sube y sube. El ladrillo lo cubre todo. Y el presidente presume de ello.
La burbuja se está hinchando. Los técnicos del Banco de España advierten en un informe que la vivienda está sobrevalorada “entre un 8 y un 20%”.
El globo crece y crece pero Rato no lo ve. No hay motivos para dudar de su palabra: los datos le avalan. El país crece, el paro baja. Rodrigo Rato es el milagro español.