La mañana del 1 de marzo de 1974, Salvador Puig Antich sale de la celda 443 sereno, acompañado por ese funcionario de prisiones al que había convertido en su amigo. "Lo único que quería era estar siempre allí para que él supiera que tenía alguien a su lado de los que no eran sus familiares, sino alguien que lo entendía y que quería estar con él hasta el final", recuerda Jesús Irurre en el vídeo sobre estas líneas. 

Hasta el último momento, Puig Antich ignora que al final de esos pasillos le espera una ejecución terrorífica: el garrote vil. "Cuando lo vio dijo 'hostia qué putada, qué putada me habéis hecho, que putada'. Con mucha rabia, y además los miró a todos diciendo 'ya está bien'", comenta su hermana, Carmen Puig Antich. 

"Yo creo que Salvador se imaginaba que lo matarían con un pum pum, no de la manera que fue", apunta su otra hermana, Merçona Puig Antich.