Miquel Morera tenía 16 años cuando se alistó junto a su padre, voluntariamente, en el bando republicano. Ahora tiene 102 años, y asegura que lo hizo por sus firmes convicciones. Precisamente el componente ideológico supuso un punto de roce entre las diferentes facciones que formaban el ejército de la República, entre ellos anarquistas y comunistas.

El propio Miquel explica que algunos anarquistas "colaboraban cuando les daba la gana" y que "se reían de nosotros porque íbamos uniformados como corderos". La tensión era tal que, como asegura este superviviente, "hasta nos encarábamos con los fusiles", aunque "no se disparó ningún tiro".

Además del testimonio de este combatiente de la Guerra Civil, el vídeo sobre estas líneas analiza con Ana Martínez Rus, doctora en Historia Contemporánea por la Universidad Complutense, cómo estos enfrentamientos "fueron un hándicap para la República".

Verdugos forzosos

Hubo una etapa de la Guerra Civil en la que la ideología no importaba para que te obligaran a apretar el gatillo. Independientemente de sus pensamientos, los jóvenes reclutados al frente debían obedecer las órdenes de sus generales. Así lo cuenta laSexta Columna en este vídeo.