laSexta Columna conversa con la nieta de Juan Peiró, testigo clave de aquella España en la que Primo de Rivera, padre del fundador de Falange, dio su golpe de Estado. Peiró fue un obrero cuyas memorias han permanecido ocultas durante décadas en París, donde se exilió.
A principios del siglo XX se rebeló contra la injusticia afiliándose al sindicato anarquista, la CNT. Sin embargo, esa lucha en la Barcelona de los años 20 era peligrosa. Era la época del pistolerismo, años en que los obreros veían sus huelgas reventadas y los anarquistas sufrían una dosis especial de represión. "Si pensamos en el Chicago de Al Capone, de las metralletas y asesinatos continuos en un marco profundamente político, esto sería la Barcelona de esos años", explica el historiador Alejandro Quiroga.
En ese clima de violencia, el anarquismo también hacía de las suyas, a pesar de la oposición de dirigentes como Peiró. Incluso en pleno centro de Madrid, donde a todo un presidente del Gobierno, José Canalejas, le descerrajaron un tiro en la puerta del Sol. A Eduardo Dato, también presidente del Gobierno, le dejaron el coche hecho un colador tras ser acribillado hasta la muerte por anarquistas sólo dos años antes del pronunciamiento de Primo de Rivera. "Parte de esa violencia es lo que acaba haciendo ver sobre todo a las élites económicas que un golpe de estado como el de Primo de Rivera puede ser la solución", comenta Quiroga.
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