Antes de que saliera el sol del 20 de abril de 1963, llamaron a la celda de Julián Grimau por última vez. Lola Grimau, hija del líder comunista, explica que le acompañaba su abogado, Alejandro Rebollo "vestido de traje militar con sable y todo" y que "fue llevado al campo de tiro de Carabanchel".

Menos de dos días después de su juicio, nadie quiere disparar contra Grimau. "La Benemérita dijo que bajo ningún concepto", cuenta Lola, que asegura que "le fusila un pelotón de gente que estaba haciendo la mili que les dan un fusil y tienen que matar a un individuo, que además no están duchos en la materia". La documentación de la propia dictadura recoge que Grimau pidió morir sin los ojos vendados. "Le fusilan con al parecer 27 disparos y no consiguen acabar con él, porque tienen que darle después tres tiros de gracia para finalizar", apunta Belén Rebollo, hija del abogado de Grimau.

Hoy un mural rinde homenaje a su memoria en Carabanchel, cerca de donde cayó fusilado por la dictadura franquista con un consejo de guerra, por la vía militar. Mientras el régimen vendía concordia, asesinaba a un comunista por lo que había hecho, supuestamente, más de dos décadas atrás durante la guerra que Franco provocó. "Papá fue el último muerto de la Guerra Civil", afirma rotunda Lola Grimau.