Construir un mundo inmenso dentro de otro mundo, el nuestro, es lo que ya están persiguiendo gigantes multimillonarios como Facebook o Microsoft. Un mundo donde ya se mueven las criptomonedas: el llamado 'metaverso', un nuevo espacio de realidad virtual. De hecho, es tal la obsesión de Facebook que ha cambiado su nombre por 'Meta'. Zuckerberg nos quiere vender un mundo en el que tengamos la casa virtual que queramos, acudamos al trabajo con nuestro 'yo digital' y compremos productos en él.

Pero ¿es tan bonito como lo plantean estas grandes marcas? Para Yago Álvarez, periodista de 'El Salto', el metaverso "es el reflejo de una sociedad cada vez más individualista, que cada vez tiene menos tiempo para disfrutar de la vida, menos recursos para vivir la vida de verdad, para viajar o ir a un buen restaurantes. Se crean estos metaversos como manera de poner una mascara para vivir de una forma que la sociedad capitalista, la sociedad neoliberal casi nos está evitando que lo hagamos fuera".

Puede parecer algo muy lejano, pero ya hay juegos, con más de 300 millones de usuarios. ¿Y con qué se puede pagar lo que se consume en los distintos metaversos? Con criptomonedas. "Servirían un poco para descentralizar el intercambio monetario dentro de estos universos", ha explicado Silvia Semenzin, investigadora en P2P Models en la Universidad Complutense.

Y en un mundo en competencia, el miedo está en que uno de los gigantes empresariales, como Zuckerberg y Facebook, acapare buena parte de todo el pastel que parece ser el metaverso. "Va a crear un planeta entero donde va a escapar de toda regulación. Si ya es difícil echarle el guante a una empresa tan internacional como Facebook, fi se crea un mundo lo va a ser todavía más", ha alertado Yago Álvarez, que ha insistido: "Si las criptomonedas ya es huir de los estados, un metaverso ya es huir totalmente de cualquier tipo de control".

"¿Queremos que las llaves de este universo las tenga Zukerberg, que lo que le interesa es recoger más datos de lo que hacemos? No Sabemos dónde puede acabar eso", ha señalado también Semenzin, recordando que se hacen "lectura de los dedos, de los movimientos faciales y de hecho hasta la lectura del cerebro". Y ha concluido: "Si lo va a gestionar una empresa privada, a mí me preocupa".