Menos de un mes después de la proclamación de la Segunda República, grupos de incendiarios asaltaron iglesias y conventos en la ciudad de Madrid.
Tal y como reflejan las imágenes de la época, saquearon los edificios, arrojando el mobiliario por las ventanas y alimentando las hogueras con los púlpitos sacerdotales. Ese caos, que duró horas, pronto se propagó a otros lugares de España, como Málaga, Valencia o Sevilla.
"Lo que hubo fue lo que se denomina violencia contra las cosas, incendios de iglesias, de conventos...", explica Eduardo González Calleja, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Carlos III de Madrid.
Sin embargo, el Gobierno republicano actuó contra los subversivos: tras declarar el estado de sitio, sacó los tanques a las calles y desplegó al Ejército frente a los templos abrasados, evitando así nuevos destrozos.
Aunque aquel Gobierno laico intentó proteger a los católicos, más de un centenar de edificios religiosos ardieron en los primeros días de la nueva República. Esas llamas serían el prólogo de un enfrentamiento entre Iglesia y Estado.