Rudolf Hess, el hombre al que Adolf Hitler había elegido como su sucesor, logró librarse de la horca en el juicio de Nuremberg, a pesar de ser el propulsor de numerosas leyes antisemitas. El motivo fue que no había participado en la "solución final", el holocausto.
Hess acabó siendo condenado a cadena perpetua en una cárcel de Berlín, aunque antes de entrar dejó claro que no se arrepentía de nada. Su figura se convirtió en un símbolo, y fueron muchos los que pidieron su liberación, incluido el fundador del PP, Manuel Fraga.