Samuel se fue de su país, Nigeria, pero siguiendo un balón. "Yo jugaba al fútbol cuando era más pequeño, conseguí el visado y fui a Holanda", cuenta a laSexta Columna. Él soñaba con emular a uno de los más grandes: Johan Cruyff, y le seleccionaron. Pero le faltaban papeles, así que acabó en Sevilla. "Tiene un clima que se parece al de mi país, por eso yo vine a Andalucía", asegura Samuel. En España consiguió trabajo en un hostal en pleno centro de la capital andaluza.
Asegura que llegó a trabajar 17 horas al día sin contrato: "Una compañera de trabajo me llamó y me dijo: 'Samuel, no vendrá ningún inspector aquí'". Desesperado, y sin saber a quién más acudir, decidió denunciar ante el mundo entero. Le dio su móvil a una compañera y lo subió a Internet. "Ella me grabó. Conté la historia y la colgué en Youtube y Facebook", recuerda Samuel. En el vídeo afirmaba que trabajaba "296 horas mensuales". Le amenazaron afirmando que no sabía a quién se estaba enfrentando.
"Me pegaron muy bien los cuatro. Empecé a gritar, y uno de ellos me dijo: 'Grita todo lo que quieras, que nadie te va a escuchar'. Vino un negro", cuenta Samuel. Denunció a sus antiguos jefes por el despido y la paliza, pero jamás pagaron por ello: "La jueza dijo que no pude probar que trabajara más horas".Samuel y su mujer sevillana cayeron en la pobreza. Sobrevivieron gracias a la ayuda de sus seres queridos.
"A mis hijos les pidieron 10 euros en el colegio y no los tenía. ¿Qué razón tengo yo para reír? A mis hijos les gusta jugar al fútbol y no tengo dinero para comprarles botas. ¿Qué razón tengo yo para reír?", se pregunta Samuel.La última vez que laSexta Columna habló con él fue a través de un ordenador.
Samuel tuvo que volver a Holanda a trabajar, dejando atrás a sus hijos de tres y cuatro años: "Fue como un infierno, pensé en llamar a la tele para contarle lo que estaba pasando, a ver en qué me pueden ayudar, pero no". Seis años después, volvemos a Sevilla. Samuel ha regresado. "Decidí volver cuando mi hijo vio el primer programa de laSexta. El lunes siguiente, sin decirle nada a su madre, a todos sus compañeros del colegio les dio tortas. Los que han pegado a su padre son blancos. Entonces, para él, todos los blancos tienen la culpa. Por eso he vuelto: para explicarle que así no es", explica.
Dicen que segundas partes nunca son buenas, pero no es el caso de Samuel. A los abrazos de sus hijos le siguió la oportunidad de un empresario dispuesto a darle un contrato. "Gracias a la hermana de mi mujer, que conoció a un empresario y ella le dijo: 'Mira, mi cuñado es un negro', y él dijo: 'Vale, nunca he tenido un negro en mi casa. Dile que venga a verme'. Aquí soy fijo: hago 40 horas", agradece Samuel. Le acompañamos a la salida de la empresa en la que lleva seis años.
Allí, además de compañeros, tiene amigos. Samuel está orgulloso de que su historia pueda servir de inspiración. "Mi historia sirve para que la gente no se quede callada cuando sufre, los que están en problemas, cuando escuchen un testimonio positivo, aunque tenga un trasfondo difícil, se puede salir del tunel. Se puede siempre".