Medio siglo después de que los hiciera, repetimos uno de los viajes del príncipe con los que en calles repletas, el sucesor de Franco se ganaba el afecto a base de repartir llaves de viviendas y poner medallas de plata a los obreros.

Miguel de Pablo era uno de ellos y aún recuerda cómo apretó la real mano y cómo hinchó su pecho antes de que el No-Do cambiara de imagen. "No podía ponerme la medalla porque no entraba en el ojal y yo le dije 'aprieta ahí, hombre', y él se rió", cuenta.

50 años después, Miguel aún conserva aquella medalla que para él es un "orgullo para toda la vida". Miguel todavía vive en el piso que le entregó don Juan Carlos después de que aquel día se hiciera 'juancarlista'. "Te hablaba, te escuchaba... más no se puede pedir", cuenta.