El coronavirus ha vaciado nuestras ciudades, pero antes de que llegara ya había miles de pueblos donde cruzarse con alguien era improbable.

Pueblos en los que los contagios han sido anecdóticos, pero que han vivido dos meses de confinamiento al igual que en una gran ciudad.

Ejemplo de ello es Fiñana, Almería, donde cumplir con la normativa ha sido más llevadero gracias a su alcalde, que se ha abierto a solucionar los problemas de todos los vecinos.

El propio alcalde ha sido el encargado de acercar el pan a los más vulnerables o hacerles la compra. Entre los más de 2.000 habitantes, no ha habido ningún contagio.

Alburquerque, en Badajoz, también tiene una forma de vida "diferente", como ha defendido uno de sus vecinos: "Muchas veces las medidas que se imponen son urbanocentristas".

Un solo médico frente al coronavirus en la España rural

"Nunca había habido un tsunami de estas características. Es la primera vez y espero que sea la última", ha recalcado en una entrevista para laSexta Columna Agustín Gotor, el médico de la localidad turolense de Valdealgorza, una aldea de 600 habitantes.

"Los médicos rurales hemos tenido que doblar consultas. Hacernos cargo de nuestro pueblo y de otro para atender a todos", ha explicado el doctor, que ha tenido que hacer su trabajo de forma doble para hacer frente a la pandemia.

Sin festivos ni ocio cultural: así es la vida en la España rural

Los animales no entienden de horarios y los pequeños pueblos carecen de lo que en un mundo globalizado ocupa gran parte de la oferta cultural: los cines, los teatros y las exposiciones cierran sus puertas al campo.

Eso es precisamente lo que ha explicado Lydia Bermejo, ganadera, en una entrevista en laSexta Columna: "Los animales tienen que comer todos los días, tienen que salir a pastar todos los días y no entienden de fiestas".