El abuelo de Beatriz, Heliodoro, fue uno de los cientos de miles de refugiados que cruzaron la frontera a Francia. Huían de las bombas franquistas. "A mi abuelo le mandan al campo de refugiados de Argelès-sur-Mer, donde murieron muchos españoles. No había higiene, había piojos y se comía muy mal", explica Beatriz en laSexta Columna.

Heliodoro Arconada vivió en el exilio nueve años. Cuando consiguió volver a España, descubrió que estaba en busca y captura. Había sido condenado por el Tribunal Especial para la Represión de la Masonería. Al abuelo de Beatriz le cayeron 12 años de cárcel por masón.

En su declaración ante la Dictadura, Heliodoro aseguró que "por medio de un engaño se le afilió a la masonería" y que si hubiera sabido que la masonería estaba excomulgada "lo hubiera rechazado". El abuelo de Beatriz negaba ser masón, pero su familia sabe que se relacionó con ellos.

"Él siempre lo negó. Pero cuando mi tío se puso muy enfermo en uno de los campos de concentración, mi abuelo se puso en contacto con un médico que era masón y se saludaron de manera muy especial. Ese mismo médico les dio 1.000 francos, que era muchísimo dinero, para que empezaran a vivir en Francia", añade Beatriz.

Gracias a su retractación de la masonería a Heliodoro se le conmutó la pena. No tendría que pasar 12 años en la cárcel. Pero tampoco podría volver a su puesto en Telégrafos. "Él luchó por volver a su puesto de trabajo. Lo solicitó muchas veces y se lo denegaron siempre", explica su nieta.

"Ninguna persona que hubiera sido condenada por delitos de masonería podía desempeñar cargos en la administración o en las empresas públicas o privadas. Era la mejor garantía para que uno muriera de hambre, nadie le iba a ofrecer un empleo", apunta Leandro Álvarez Rey, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Sevilla.