Daniel Arroyo sale a trabajar cada mañana para que zapatos como los que hace Salvador duren. Él es el último zapatero de Hondarribia: lleva 55 años en el oficio, abriendo la puerta de su tienda y poniéndose un mandil ya desgastado para empezar a reparar. "Cuando yo me he puesto aquí de zapatero había siete. Se han ido jubilando, algunos se han muerto, otros se han marchado...", explica.
"El trabajo también ha ido bajando", matiza Daniel, que añade: "Antes se trabajaba mucho con suela, con cuero, y ahora todos son plásticos. "Hay mucho zapato de usar y tirar, y a ese ya no se le ponen medias suelas", lamenta el zapatero.
Daniel tiene ya edad para jubilarse. No lo hace porque su trabajo le hace feliz. "No me he jubilado porque estoy a gusto trabajando y la clientela también lo agradece porque si no, no habría nadie", afirma con una sonrisa Daniel.
Daniel cree que su trabajo ayuda al planeta: si arreglamos más, consumimos menos. "Si compramos menos plástico y arreglamos más cosas de cuero, pues reduciríamos más (emisiones). Hay que arreglar más las cosas", sentencia el último zapatero de Hondarribia.