Cuando falleció, Maribel no reconocía ni a su marido ni a sus hijos, tampoco podía valerse por sí misma. Antes de que el alzhéimer asesinara su mente, le dijo a su familia que ella no quería marcharse así.

"Primero nos escribió una carta en la que decía que en el momento en el que no nos reconociera ni pudiera ser autónoma ni decir 'te quiero', la ayudáramos a marcharse", recuerda Txema Lorente, su marido.

Además, Txema cuenta cómo su hijo "se la encontró llorando en la cocina una noche de Navidad": "Ella se le agarró fuertemente y le pidió que le prometiera que la ayudaríamos a marchar porque no quería vivir así".

Maribel deseaba la eutanasia, quería que fuera el Estado el que la socorriese, y no solo por ella. "También decía que se si ayudarla a morir nos podía traer dificultades y alguna posibilidad de ir a prisión, prefería seguir sufriendo", declara su marido.