En la España franquista los derechos laborales se
convirtieron en dogma de fe. Lo primero que hizo el dictador fue prohibir la
actividad sindical y cualquier tipo de reivindicación.
Los trabajadores tenían prohibido reivindicar sus derechos,
así que tenían que conformarse con la miseria. Los trabajadores no tenían nada
que llevarse a la boca y había ciudades enteras que sucumbían ante el hambre, como
Manresa.
Pero la imagen que los españoles tenían de Manresa era la de
un dictador aclamado por las masas visitando una fábrica en la que los obreros
mostraban su amor incondicional al dictador. En aquella fábrica, sólo un año
antes Franco había sido derrotado por mujeres como Josefa.
Las mujeres de Manresa se sublevaron, se encerraron en esa
fábrica que hoy sigue en pie, y con ellas se puso en huelga toda la ciudad. Josefa
trabajaba en aquella planta textil de Manresa y cobraba lo justo para no
morirse.
"Éramos mujeres, los hombres pocos que eran, no salieron,
salieron sólo las mujeres. Nos encerraron en el patio y estuvimos más de un día
encerradas, con un frío. Hicieron venir a la guardia y con las pistolas…",
relata Josefa.
Apunta que incluso una mujer perdió a su hijo por el miedo
que les metieron: "Había una mujer embarazada, le metieron la pistola para
hacerle miedo y estuvo muy mala y perdió el hijo".
Contra todo pronóstico, Josefa y sus compañeras ganaron la
batalla. Consiguieron que les subieran el sueldo en su fábrica y en toda Cataluña: "Ganamos, sí, ganamos. Pero se paró toda Manresa, ¿eh?". Un año después Franco
visitaría Manresa como si nada hubiera pasado.