"Jamás hubiéramos pensado que la iglesia nos echara a la calle. Pagando todos los meses el alquiler, ahora nos dicen que no nos renuevan y no nos dicen otra cosa. Fue un día triste, yo me había hecho a la idea de que me iba a morir en esta casa", explica Felicia.

Durante más de 30 años, Felicia vivió en una casa parroquial de Lizoáin. El arzobispado de Navarra inmatriculó el inmueble en 1981, pero hace poco más de un año, decidió no renovar su contrato de alquiler y ella tuvo que abandonar su casa con 90 años.

Aunque no pudieron evitar su desahucio, su pueblo se volcó con ella. "Yo voy a misa pensando que hay dios o hay algo, pero luego piensas si todo lo que están predicando será mentira", señala la anciana.