Su cara contra el suelo, la rodilla de un agente oprimiendo su cuello y otros dos policías inmovilizándole. Esa es la imagen que ha dado la vuelta al mundo en los últimos días y que ha desatado las protestas en Estados Unidos.

La muerte de George Floyd a manos de un policía ha devuelto el foco al racismo en el país norteamericano. Este vigilante de seguridad fue detenido tras, presuntamente, intentar comprar tabaco con un billete falso. No opuso resistencia, pero cuando se negó a entrar en el coche de Policía asegurando que le daba claustrofobia, los agentes le tiraron al suelo.

Uno de ellos mantuvo su rodilla sobre el cuello de Floyd durante 10 minutos mientras que este no dejaba de gritar "no puedo respirar señor, por favor". Entonces, perdió el conocimiento y una hora después en el hospital solo pudieron confirmar su fallecimiento.

Según la autopsia oficial, la muerte de Floyd fue un homicidio. Sufrió una parada cardiorespiratoria mientras le retenía el agente. Lo mismo determinó el informe forense que encargó la familia. Los cuatro policías que participaron en la detención ya han sido arrestado y el que le realizó la maniobra está acusado de homicidio intencionado.

Pero este no ha sido el único caso de brutalidad y racismo policial. Hace 30 años un forcejeo entre una adolescente negra de 15 años y una comerciante coreana terminó con un disparo en la cabeza que mató a la chica en el acto. La juez le redujo a la acusada la condena, de 16 años de cárcel a trabajos para la comunidad. Entonces, los negros de Los Ángeles estallaron e inundaron las calles en señal de protesta.