Érase una vez una ciudad cubierta de una oscura y plomiza boina donde reinaba el humo y donde mandaba el llamado 'Príncipe del tubo escape', José Luis Martínez-Almeida. Él reinaba devolviéndole a los carruajes contaminantes el espacio que una 'malvada' señora le había arrebatado: Manuela Carmena.
Las calles que ella había peatonalizado, donde los habitantes del reino se sentaban, él mandaba desmontarlos. "Había que recuperar la calle Galileo", afirmó Martínez-Almeida en julio de 2019 después de la retirada de las jardineras de dicha calle.
Así, los carruajes contaminantes volvían a llenar las calles. Y los peatones respiraban de nuevo su humo. Pero un buen día se anunció algo inesperado: la COP25. La ciudad celebraría una gran fiesta, y acudirían príncipes y princesas de los reinos más lejanos. Brindarían por un planeta sano, hablarían de cómo vaciar de coches sus ciudades.
Entonces, en un golpe de viento, el 'Príncipe del tubo de escape' se convirtió de repente en el 'Príncipe del aire limpio'. Su metamorfosis le llevó a defender todo lo que antes atacaba. De hecho, según Almeida, Madrid Central funciona gracias a su equipo. Y le autoconcedió a la ciudad el título de 'green capital'.
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