Para ser torero hay que saber encarar al animal, con despreocupación ante eso de la muerte. Isabel Díaz Ayuso supo ser más torera que nadie cuando el Gobierno quería mantener el estado de alarma. En mayo de este mismo año, la presidenta de la Comunidad de Madrid ya aseguraba que no era necesario mantener el estado de alarma porque "solo beneficia al Gobierno" y porque "quiere traer la ruina a Madrid".
Esa torería ha llegado a su fin cuando el inmenso animal, Covid-19 de nombre, ha cargado con su imperial porte sobre la barrera. El Gobierno madrileño ha pedido ayuda al nacional ante el avance del coronavirus. "¿Es que alguien piensa que una solución a una pandemia global se va a resolver únicamente con medidas autonómicas?", se preguntó el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado.
El presidente del Gobierno acudió a la Puerta del Sol para brindarles esa ayuda. El objetivo del encuentro: doblegar la temible curva de contagios madrileña que amenaza con trasladarse al resto del estado. Sánchez se reunió con una ya no tan beligerante Ayuso en un ambiente de saturación rojigualda en lo cromático, aliñado con muestras de cariño y reconciliación.
Tanta parafernalia quedó en la creación de un grupo de trabajo para frenar el virus y una solución… militar. Sin embargo, en las últimas horas parece haber saltado por los aires la buena sintonía que habían reflejado Sánchez y Ayuso en su último encuentro. Se han celebrado ruedas de prensa distintas desde el Gobierno central y el de la Comunidad de Madrid y se han acusado mutuamente de no colaborar para mejorar la situación de la región.
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