En 1917 el mundo estaba en guerra y necesitaba armas para matarse. El humo de los campos de batalla tenía su origen en el de las fábricas, donde los obreros trabajaban de sol a sol. Esa miseria iba a provocar una revolución.

La victoria de la revolución rusa contagió a obreros de todo el mundo y también a los de España, donde se dio la huelga de la fábrica eléctrica conocida como la Canadiense. Empezó tras el despido de 8 trabajadores que pertenecían a la CNT.

El gobierno declaró el Estado de Guerra y huelga de la Canadiense se convirtió en general. Esas protestas bloquearon Barcelona durante 44 días de protestas. Murieron 4 personas. Finalmente el Gobierno del Conde de Romanones cedió y prometió liberar a los trabajadores encarcelados, readmitirlos en la empresa y aceptar una reivindicación histórica.

En aquel entonces se crearon bandas que se dedicaban a matar obreros, una especie de "terrorismo patronal". "Se crearon grupos de acción para contrarrestar esta ofensiva patronal, murieron algunos pistoleros del sindicato libre, algún empresario", explica Carles Bort, sobrino-nieto de una víctima del pistolerismo.

Años después de liderar la huelga de la Canadiense, el sindicalista Salvador Seguí murió de un disparo en la nuca. Sus asesinos fueron pistoleros a sueldo de la patronal. Contra el tío abuelo de Carles también dispararon.

Era un joven dirigente sindicalista de solo 20 años. Le dispararon cuando estaba en un bar. "Entran pistoleros del sindicato libre, que eran pistoleros de la patronal catalana. El intentó huir pero los tiros le hicieron caer antes. Quedó malherido y los pistoleros fueron al hospital para rematarle y los médicos dijeron que había fallecido", explica Bort.

Carles Bort pudo escapar enrolándose en el ejército, aunque nunca se recuperó de las heridas. "Entre lo que es la guerra en áfrica, más las secuelas del atentado, murió en casa en absoluto secreto con 22 años", explica su sobrino-nieto.