Adolf Hitler y sus baños de masas no habrían sido lo mismo sin la persona que se encargaba de organizarlos en la sombra. Su nombre era Albert Speer. Aparece en segundo término en las grabaciones íntimas del führer, con el que incluso sale riéndose.
José Luis Pérez Triviño, catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Pompeu Fabra, define a Speer como "uno de los personajes más singulares en el Tercer Reich". "Era un arquitecto que provenía de una familia acomodada, pero que quedó cautivado por los discursos de Hitler en los años 30. Ingresó en el partido y, en muy poco tiempo, empezó a ocupar cargos en el gobierno respecto al urbanismo y diseños arquitectónicos".
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Tanto ascendió que, cuando Hitler visitó París nada más ocuparla, a su derecha estaba él. Tras la derrota en Alemania, Speer fue detenido y juzgado en Núremberg. "Es el único que es capaz de entonar un cierto mea culpa, asumir una cierta corresponsabilidad como uno de los máximos dirigentes del régimen", explica Francesc Vilanova, profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma Barcelona, algo que le sirve para "labrarse una imagen de 'nazi bueno'.
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