Las calles de Villanueva de la Serena, en Badajoz, conservan un cuartel que hace 90 años quedó destruido por el eco de un golpista prácticamente desconocido contra la República: el sargento Pío Sopena, quien "se atrincheró en el cuartel militar", tal y como señala el historiador Antonio Molina, quien recuerda este episodio con truco. Y es que el sargento Sopena era. anarquista. "Esa es una de las cuestiones que probablemente puedan llamar más la atención, el concepto de alguien que sigue una disciplina tan férrea como es la disciplina militar, abraza esa ideología ácrata", subraya Molina.

La algarada de Sopena tuvo como prólogo las elecciones de 1933, en las que la CNT, el gran grupo anarquista español, pidió la abstención con carteles en los que apelaba a sus militantes con un gran 'No votéis'. Así, la abstención de los militantes anarquistas contribuyó a la victoria de la derecha, por lo que la CNT cambió de táctica, poniendo su maquinaria a funcionar. A través de las páginas de sus periódicos, estampó un llamamiento Para los obreros que fumaban sin filtro: tocaba alzar los puños y las armas para derribar al Gobierno.

Aquella insurrección nacional durante el bienio conservador, en la que ya destacaba un icono anarquista Buenaventura Durruti, fue en la que acabó participando el sargento Sopena, tachado de "loco" por la prensa de la época. "Yo no creo que él estuviera loco, pero sí estaba muy aferrado a sus ideas", expresa ahora Esmeralda, nieta del sargento Sopena, quien 90 años después nos recibe junto a su madre, Elba, a 400 kilómetros del pueblo, en La Línea de la Concepción.

Elba era solo una niña cuando su padre, atrincherado en el cuartel del pueblo, eligió la sublevación antes que a su familia. "Mi abuela intentó convencer a mi abuelo de que saliera de allí, y mi abuelo le contestó que ni su mujer, ni su esposa, ni sus hijos le harían salir de allí", recuerda Esmeralda. Finalmente, la artillería reventó el cuartel con Sopena dentro.