El mismo día que explotó la Revolución de los Claveles, el pueblo portugués cambió el nombre al puente sobre el río Tajo, en Lisboa, que llamaba como el dictador, puente Salazar, y lo rebautizaron puente 25 de abril. Este es solo uno de los ejemplos que reflejan la diferencia entre la revolución portuguesa y la Transición española, donde nuestros símbolos dictatoriales tardaron décadas en caer.

En el vídeo sobre estas líneas, laSexta Columna analiza cómo nuestros exiliados y presos políticos siguieron en la cárcel, durante meses, mientras en Portugal, el mismo 25 de abril los portugueses tomaron calles y cárceles. Por decisión popular, los presos políticos dejan su celda, al mismo tiempo que regresan los exiliados a bañarse en multitudes.

"Los derechos políticos se conquistan en la calle, por la gente. Esto es también diferente al caso español, donde primero tenemos los derechos jurídicos y políticos sobre un papel antes de ejercerlos", señala la corresponsal de El País en Lisboa, Tereixa Constenla.

En España, de esos derechos se beneficiaron incluso los policías franquistas, como el torturador Juan Antonio González Pacheco, ' Billy el Niño'. Mientras, en Portugal los policías torturadores sólo tardaron horas en entrar en la cárcel. Los torturadores portugueses, atrincherados en sus cuarteles, mataron con sus disparos a cuatro manifestantes. La revolución, que duró apenas 12 horas, dejó 6 fallecidos. 

"Muchos de ellos pudieron reintegrarse en otras funciones, no siguieron obviamente como policías, pero sí que pudieron tener una vida tranquila", señala Tereixa. En España, sin embargo, siguieron siendo policías y sus secretos están en ficheros protegidos por ley. Mientras nosotros intentábamos limpiar el espejo de la España pasada, en Portugal decidieron romperlo aquel 25 de abril.