Siniestro episodio
Lecciones de septiembre de 1975, cuando Franco murió matando
Se cumplen 50 años de las últimas ejecuciones del franquismo. Estas tuvieron lugar en septiembre de 1975. Al Dictador le quedaban apenas dos meses de vida pero su decisión sangrienta fue inapelable.

Ahora que se torpedea el estudio del franquismo en las aulas madrileñas bajo el pretexto del adoctrinamiento, viene bien la conmemoración del 50 aniversario de una de las páginas más macabras de la dictadura: el fusilamiento despiadado de cinco acusados de pertenecer a ETA y el FRAP.
Juan Paredes 'Txiki', Ángel Otaegui, Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz fueron detenidos, torturados, juzgados y condenados en un proceso atroz que desató la condena de medio mundo y expuso a España a un aislamiento del que solo salió, precisamente, gracias al final del Régimen. Aquel siniestro episodio nos ofrece hoy, medio siglo después, un puñado de lecciones muy útiles.
El franquismo hay que conocerlo
La nostalgia ultra está de moda. Hoy en España, casi 4 de cada 10 jóvenes confiesan que nos les importaría vivir en un país menos democrático. Y es imposible no preguntase cuántos de ellos ignoran que, cuando hace nada su país era 'menos democrático', aquí se hacía justicia en el paredón.
Varios consejos de guerra impusieron penas de muerte a 11 detenidos. Les acusaba de atentar contra agentes de la Policía y la Guardia Civil pero las pruebas contra ellos las había conseguido a base de terribles palizas y torturas. "No sé cómo mi hermano sobrevivió, estuvo meando sangre quince días. Le pusieron electroshocks en sus partes bajas, tenía un hematoma en el vientre enorme y negro de los puñetazos, de los golpes que daban", nos cuenta Victoria Sánchez - Bravo.
Los abogados que se atrevieron a defender a los acusados contaron con la friolera de 4 horas para estudiarse el sumario del caso y prepararse el juicio. En el consejo de guerra contra Otaegui y Txiki, "un testigo declaró que quien había disparado contra el agente fallecido era un hombre muy alto, ¡pero Txiki media un metro y medio!", recuerda la abogada Magda Oranich, que aún guarda uno de los cascotes de bala que acabaron con la vida de su cliente.
La presión y la protesta sí sirve
Cinco años antes de los fusilamientos, la misma Oranich fue protagonista de una protesta histórica: trescientas personas, entre las que también estaba un tal Joan Manuel Serrat, se encerraron en la abadía de Montserrat para protestar contra la dictadura y detener el atropello del llamado Proceso de Burgos, en el que el Régimen acababa de condenar a muerte a seis militantes de ETA. Pero el encierro en Montserrat y las innumerables muestras de repulsa llegadas de medio mundo surtieron efecto y las condenas fueron conmutadas.
Cuando 5 años después el franquismo se vio en la misma tesitura, ETA acababa de lanzar por los aires a su presidente del Gobierno, Carrero Blanco, y no dejó pasar la ocasión para vengarse. Esta vez Franco decidió no parar. Se lo rogó su propia familia ("no firmes esa sentencia, ya estamos viejos" le dijo su hermano Nicolás). Se lo rogó la comunidad internacional (México pidió expulsar a España de la ONU). Hasta el Papa, Pablo VI, le pidió una clemencia que no llegó.
Sin embargo, la dictadura se autoinfligió una herida mortal. La embajada de España en Lisboa fue asaltada y acabó en llamas. Manifestantes colgaron pancartas contra los fusilamientos en la catedral de Notre Dame, en París. Ardieron las calles en Londes, en Ámsterdam, en Roma... Decenas de países juraron aislar a aquella España y fue el momento en el que el Régimen perdió la posibilidad de perpetuarse, si es que aún la tenía.
La reparación es posible
A lo largo de estos 50 años, muchos de los familiares de los fusilados fueron perdiendo la esperanza. Pero no todos. Flor, la hermana de Humberto Baena, o Victoria, la hermana de José Luis Sánchez - Bravo, no lo hicieron. Durante medio siglo han ido a actos, han respondido a incontables entrevistas, una y otra vez han sacado de sus cajones fotos, documentos y recortes con los que reclamaban reparación.
Recientemente, a sus casas llegaron sendas cartas con membrete del Ministerio de Memoria Democrática. "Se declara ilegal e ilegítimo el tribunal que juzgó" a sus hermanos, firmaba Víctor Ángel Torres.
Nadie les ha devuelto a Humberto ni a José Luis, pero desde hace meses al menos ellas han podido respirar por fin.
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