Tras el fusilamiento de Julián Grimau, los ecos de los disparos llegaron a París, donde vivía su familia. Lola, su hija, tenía entonces diez solo diez años. En una entrevista con laSexta Columna, explica que para contarles a ella y a su hermana que su padre había sido asesinado por la dictadura franquista, su madre les hizo un regalo.

"Al día siguiente nos compran unas bicicletas, para nosotras buenas para la época, con piñones, para nosotras era importante", recuerda Lola Grimau, que asegura que "fue para aminorar la pena". "Para nosotras supone un shock tremendo", comenta en el vídeo sobre estas líneas, donde afirma que "desarrollé una crisis alérgica muy importante, que me sigue acompañando hoy". En el caso de su hermana, apunta que "lo somatizó de otra manera, repitiendo curso", mientras que su madre llegó a perder 20 kilos.

Víctor Díaz-Cardiel, camarada de Julián Grimau que estuvo con él la misma noche que fue arrestado, explica que "me enteré por la radio y ese día sí que lloré desconsoladamente": "Fue como decir, pero bueno, a estas alturas, es que fusilar en los años sesenta tiene narices", comenta indignado.