La Primera Guerra Mundial acaba y miles de soldados vuelven a casa sin trabajo y frustrados. Para ahogar sus penas, muchos de ellos apuestan por darse a la bebida, un momento que Hitler aprovecha para dar discursos y mejorar así su oratoria.

"A veces no era tanto lo que decía, era cómo lo hacía", explica Xosé M. Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Santiago de Compostela.

A partir de ese momento, comienza a fijarse en los gestos de otros líderes y a ensayar sus caras ante su fotógrafo. Gracias a su oratoria creció y ayudó a crecer al DAP, el Partido de los Trabajadores Alemanes, que acabó controlando en solo un año.

"Cada vez acudía más gente a los mítines solo para escucharle a él como orador", aclara Jesús Casquete, profesor de Historia del Pensamiento en la Universidad del País Vasco.

Hitler aprovecha para presentar los 25 puntos de un programa que será la base de su malvada hoja de ruta y donde habla, entre otros aspectos, de la pureza racial. "Es el momento en el que pasa a ser el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP), el partido nazi", desvela Javier Rodrigo, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Autónoma de Barcelona.

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