En la España del franquismo, un hombre podía lavar la ropa, cambiar a su hija o hacer la compra, pero de broma. El resto del tiempo era más parecido a la historia de Concha, que asegura que "en mi casa las decisiones las tomaba mi padre, eso era impepinable".

Siendo muy joven, Concha comenzó una vida marcada por el machismo de su padre, que hizo caso omiso a sus primeros sueños de ser azafata o peluquera. Ya llevaba unos años invisibilizada por él hasta que cumplió su ansia: casarse y tener hijos. Explica a laSexta Columna que "yo, que vivía un poco bajo el yugo de mi padre, el casarme lo vi como el cielo abierto", si bien afirma que su marido "era otro yugo de otro hombre".

En el vídeo sobre estas líneas, explica cómo fue el momento en que comenzó su propia revolución casera: "Llegábamos de trabajar y se sentaron en el salón. Entonces yo en vez de hacer la cena me senté en el salón". Recuerda que, entonces "se levantaron como fieras los cuatro: 'a la cocina, que venga, que yo te hago'". Si bien aquello "al día siguiente se les había olvidado", algo había cambiado. Concha acabó educando a sus hijos en la 'radical' idea de que las mujeres son iguales que los hombres.