En Hamburgo hay un equipo de fútbol, el San Pauli, en cuyos estatutos se recoge un credo contra el odio en todas sus formas. Algo parecido está pasando en en el barrio madrileño de Lavapiés, uno de los de mayor mezcla de culturas de España. Dolores Galindo es presidenta de Dragones de Lavapiés, probablemente el club de fútbol más multicultural de España.
"Con el respeto y con la seguridad conseguimos que gente que en según qué contexto podrían estar enfrentados en guerras en este contexto estén jugando", afirma Dolores, que destaca que en su club "juegan 400 jugadores y jugadoras de 50 países diferentes". "No son solamente procedencias nacionales, sino también contextos socioeconómicos, culturales, religiosos, afectivo-sexuales. Hay una gran diversidad", explica.
Es precisamente esto que les hace diferentes lo que también convierte a estos pequeños dragones en el objetivo del odio. En el ambiente de peleas, agresiones al árbitro e insultos que demasiado a menudo crece en el fútbol infantil, estos pequeños aprenden un protocolo para protegerse. "Cuando los niños reciben un insulto tienen que levantar la mano, avisar al árbitro y parar el partido", detalla Dolores, que sin embargo admite que esto "es muy difícil, porque en un partido de fútbol el niño al que acaban de insultar lo que quiere es recuperar el balón y no va a priorizar parar el partido, que se haga justicia".
Los niños, por su parte, aseguran que formar parte de los Dragones de Lavapiés les ha servido de escuela contra el odio: "Hemos aprendido valores también, como no insultarnos ni gritarnos entre nosotros y tener más compañerismo y amistad".
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