3 de enero de este mismo año. El FMI publica en su página web un documento titulado "Errores en las previsiones de crecimiento y los multiplicadores fiscales". Es un informe muy técnico firmado por Olivier Blanchard, el economista jefe del Fondo. En él, reconoce que el organismo subestimó el impacto que los ajustes tendrían sobre la economía europea.
Pero el FMI pública este informe y lo hace sin ninguna publicidad, sin una rueda de prensa de las que le gusta ofrecer cuando de lo que se trata es de exigir su receta preferida: la austeridad. Y eso a pesar de que la conclusión es demoledora y de gran interés para los ciudadanos de medio mundo: por cada euro de recorte, se ha perdido un euro y medio de crecimiento. Es el triple de lo que sus técnicos habían calculado. Un error del 300% en las previsiones.
La receta que ha marcado la política mundial contra la crisis y ha llevado a países enteros y millones de personas al límite de su resistencia, sencillamente, estaba mal hecha. La rectificación del FMI, el mayor defensor de las políticas de austeridad, hizo creer a muchos países que por fin acaba el yugo de los recortes. Pero entonces llegó Europa.