Según la Biblia, hace 4.000 años el mismísimo Dios le habló a un tal Abraham para entregarle la conocida como Tierra Prometida, lo que hoy conocemos como Israel... y Palestina. Allí hoy rezan los judíos ante lo que queda de un templo que destruyeron los romanos liderados por Tito, ante cuyo arco, en Roma, todavía hoy algún judío reivindica su resistencia. "Si tu visión es una visión mesiánica, religiosa y mítica, tú eres el dueño legítimo de la tierra y la tierra te pertenece", comenta Sonia Sánchez, profesora de Relaciones Internacionales de la Universidad Francisco de Vitoria.
La conquista romana acabó en diáspora judía y ese pueblo se dispersó por el mundo convirtiéndose en una minoría perseguida a la que ya desde la Edad Media se retrataba como bestias. Aquel antisemitismo llegó hasta principios del siglo XX, en la Rusia Zarista. Una realidad de la que quedan fotografías de casas incendiadas o palizas y matanzas, también de niños. "En Europa hasta la Segunda Guerra Mundial, seguían políticas de discriminación racial. Y ahí nació el movimiento sionista", explica el profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Complutense Najib Abu-Warda en el vídeo sobre estas líneas.
El movimiento sionista buscaba ante todo una patria propia para proteger a los judíos. Se barajó refugiarse en Alaska, Argentina o Uganda, pero lo que ellos querían era volver a la Tierra Prometida por Dios. Así fue cómo los israelíes entraron en el territorio construyendo Tel Aviv, la primera capital de Israel. Tras la Primera Guerra Mundial, con el permiso de los británicos, que controlaban Palestina como un protectorado, se empezó a levantar un hogar nacional para el pueblo judío en territorio árabe.