Con la Unión Soviética en manos del comunismo, en la Alemania de 1932 ya había barrios obreros que aspiraban a ser una "pequeña Moscú". En la calle había una guerra simbólica entre hoces, martillos y esvásticas que a menudo se resolvía con la violencia.
Jesús Casquete, profesor de Historia del Pensamiento en la Universidad del País Vasco indica que desde 1929 "coincidiendo con la crisis económica se produce una especie de guerra civil latente. Hay muertos de forma continua en ambos contendientes: comunistas y socialdemócratas por un lado, y nazis por el otro".
Hitler no escondía sus intenciones. Quería acabar con los partidos de izquierdas. Y de paso, con el resto. "Uno de los pilares doctrinales del nacionalsocialismo es el ataque a la democracia parlamentaria, pero también el ataque al marxismo", explica Casquete.
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Para imponerse al marxismo, Hitler coló su discurso en las fábricas. "A pesar de la violencia desplegada contra la izquierda en las calles, siempre intentaron, y en parte consiguieron, ganarse a las masas obreras para su discurso", explica Xosé M. Núñez Seixas, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago de Compostela.
Republicano en la resistencia francesa
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"Le pidió un cigarro al soldado alemán que los tenía apuntados, tuvo un buen gesto y le perdió", recuerda Amparo Sánchez, exiliada española en 1939, cuyo padre llegó a luchar con la resistencia francesa y escapar tras ser apresado por los nazis.