Tras su etapa en Televisión Española, Suárez sigue ascendiendo en los escalafones franquistas. Incluso tras la muerte del dictador. Adolfo Suárez llega a ser ministro Secretario Nacional del Movimiento. El pilar del franquismo, del partido único: la falange. El Movimiento no es precisamente progresista. Y Suárez lo sabe. Por eso, aunque en sus discursos remarca su “fidelidad al caudillo”, apuesta por un futuro “perfectamente participante y representativo”.
El guiño decisivo de Suárez lo hace en las Cortes. Llega incluso a recitar a un poeta, a un represaliado político: Antonio Machado.
Lo único que se interponía entre él y su sueño de llegar al poder era el presidente Arias Navarro. El rey Juan Carlos no le quiere al frente del Gobierno y ya tiene al candidato perfecto. Sólo el rey conoce el nombre del sucesor.
Una anécdota contada por el propio Suárez años después lo demuestra. Sucedió en la final de Copa del Generalísimo entre el Atlético y el Zaragoza. En el Palco estaban Suarez, Juan Carlos y Arias Navarro. Arias Navarro dimite. Adolfo Suárez tiene 43 años cuando el teléfono de su despacho suena. El rey quiere que vaya a visitarle.