La responsable de la campaña de Contaminación de Greenpeace España Sara del Río asegura que no comería un pescado recogido en el Embalse de Flix, Tarragona, donde se encuentra con Jordi Évole. “Si mi idea es proteger mi salud, jamás”.

Están enfrente de la primera industria potente de España, que comenzó a funcionar en 1897. Es una fábrica de cloro y sosa que está vertiendo en el rio Ebro.

Se puede haber acumulado entre 10 y 18 toneladas de mercurio en esos lodos. Una contaminación que el propio CSIC asegura que es de los más escandalosos que se pueden encontrar ahora mismo.

El 15% del pescado del lugar donde se encuentran hasta 90 kilómetro abajo, en el Delta del Ebro, está prohibido; el 40% no recomendable su consumo y el 70% con niveles muy elevados de mercurio.

Las únicas medidas que se han optados son recomendaciones de salud. Como la guía que le dan a los pescadores para enseñarles cómo tienen que limpiar el pescado para que no se contaminen.

"Interesan más los beneficios de las empresas que la protección de la salud"

Limpiar todo lo que se ha ensuciado el río cuesta, sólo la extracción de lodos, 355 millones euros. La empresa sólo pagaría el 5%, el resto, los ciudadanos.

A Évole le llama la atención un titular donde se informa que el Gobierno ocultó siete años un estudio de los tóxicos en el pescado. La justicia destapó un dictamen confidencial de 2003 que halló niveles excesivos de mercurio en el emperador.

Sara asegura que “estamos ante un caso de desinformación a los consumidores. Se está ocultando que interesan más los beneficios de las empresas que la protección de la salud”.

La política medioambiental no ha sido la prioridad de los gobiernos que se han tenido. ERCROS ha sido una empresa muy respaldada por ellos, explica Sara. “La realidad es que las políticas que se están adaptando para controlar la contaminación están detrás de fuertes presiones de la industria”.