A finales de 1980, principios de los 90, ir al cine podría costar al cambio unos tres euros. Ahora, ver una película cuesta alrededor de 10 euros, una subida que a Bayona no le parece excesivamente grande. "Es la oferta de ocio más barata que hay, vas a un bar y dos cervezas te cuestan eso", ha indicado.

Sin embargo, los estudiantes de bachillerato con los que han podido hablar consideran que sí es un precio demasiado elevado como para poder ir todos los fines de semana o una vez al mes. "También lo vemos caro porque tenemos plataformas en las que podemos verlo todo desde casa", ha reconocido una de estas jóvenes.