A Alberto Chicote siempre hay algo que le trae de cabeza y no son precisamente los restaurantes a los que tiene que ayudar en ‘Pesadilla en la cocina’, sino lo que hay dentro de ellos. Cocineras rompe-vajillas, camareros artistas, propietarios devotos, intuitivos… son los que realmente quitan el sueño al chef al principio de cada programa y los que acaban con la pesadilla al final de ella.

Y es que a pesar de que Chicote no apuesta por ellos, los servicios de reinauguración salen adelante gracias al gran cambio de actitud que sufren estos trabajadores. Es el caso de Antonio, dueño de la Taberna La Concha. El andaluz estaba convencido de que el problema del local eran sus jóvenes empleados y sin embargo, el chef, desde el primer vistazo que echó al negocio, pudo comprobar que el principal obstáculo era él. Antonio aparcó su cabezonería y su pronto en la reinauguración de la taberna y esta acabó siendo un éxito.

Lo mismo ocurrió en La Barrica. El restaurante estaba dirigido, no por sus tres propietarios, sino por Cristina, la cocinera rumana, que había logrado hacerse con la cocina y el resto del negocio. Su afán por romper platos y tirar huevos y chuletones a sus jefes, hizo que Chicote alucinara desde el momento de su presentación en el local. Una charla con el chef y un cambio de brusco de actitud, hizo que la empleada sacara el trabajo adelante a pesar de haberse hecho daño en un dedo en mitad del servicio.

El primer encuentro entre Chicote y Teresa, la dueña del Anou, también fue intenso. La chef defendía con fuerza su cocina de intuición y el cocinero de ‘Pesadilla en la cocina’ le echaba por tierra todos sus argumentos. Tras los primeros conflictos, el abandono de un servicio, el sentirse ofendida y no estar muy de acuerdo con la decoración porque faltaban sus platos; la valenciana consiguió servir a todos los comensales cuando María José, su compañera, cogió las riendas del servicio y Teresa se tranquilizó. “Soy buena de segundas”, comentaba.

El artista de La Goyesca no pasó desapercibido. Pascual recibió a Alberto Chicote con una canción y cuando podía, sacaba a relucir sus dotes para la canción y la interpretación delante del chef. Algo que al cocinero madrileño le ha traído más de un dolor de cabeza y a Zoilo, el propietario. A pesar de estar más centrado en sus cánticos y en promocionarse, el camarero de la taberna fue el que realmente ayudó a Manuela, la cocinera, y consiguió que el servicio acabara por todo lo alto.

El camarero del ‘Cool Palace’ le ha traído más de un dolor de cabeza a Alberto Chicote. Y es que el chef se sentía engañado por Sito, un trabajador bromista, que le servía una comida que no se correspondía con lo que había pedido de la carta. Además, el cocinero de ‘Pesadilla en la cocina’ siente que le vacila y que no se toma enserio el trabajo que él más quiere.

Marcos ha sido claro con Alberto Chicote desde el principio. El camarero de la 'Picanha' no se quiso andar con rodeos y le enseñó al chef cada cosa que se hacía mal en el restaurante brasileño. Él se define como un trabajador ejemplar que no comparte la forma de actuar de su jefe y que asegura saberlo hacer mejor que él. Sin embargo, cuando Chicote le da la oportunidad de mandar en la cocina, casi sale ardiendo.

La camarera del 'Flor de tapa', el antiguo 'Sip', recibe muy contenta a Chicote en su llegada a Miami. Chicote pasó la frontera para ayudar a los dueños del restaurante de Miami donde la camarera le aseguraba hacer actividad física, "de la que nos gusta".

En 'La Masía', el dueño y chef, Pep, se muestra desganado en cada uno de los platos que realiza, y si no tiene los ingredientes que explica la carta, los cambia sin avisar, por los que él cree conveniente. A pesar de ello, gracias a las historias que su hija, Judit, le ha contado a Chicote, parece que finalmente el chef vuelve a ilusionarse tras la reforma del local.

La falta de comunicación entre Teresa y su cuñada Eva en 'El Gran Café' le pone de los nervios al chef. Por ello puso todo su empeño en que arreglasen sus diferencias y perdiesen el miedo a hablar de trabajo por si se enfadaban. Esta vez, Chicote al ver la reconciliación, no pudo evitar las lágrimas.

Giovanni, el dueño italiano del restaurante 'Picasso', no tiene impedimento alguno en engañar a sus clientes. Si en la carta explica un plato con un ingrediente determinado que no tiene en la cocina, o convence al cliente para que pida otro plato, o bien manda a la camarera al súper a hacer la compra. Pero eso es lo de menos si conocemos a su hermana Rossana, quien se altera por cualquier cosa, gritando sin parar,  e incluso tirando una de las mesas del restaurante con todos los clientes delante. Chicote se echa las manos a la cabeza.