El chef Alberto Chicote se traslada a Cádiz para intentar sacar adelante el 'Cantábrico', un buffet libre con más de 70 años de historia donde el legado de varias generaciones corre peligro. Para valorar la comida y revisar la cocina, el conductor de Pesadilla en la cocina cuenta con un invitado de excepción: Pablo Carbonell.

Por primera vez en la historia de Pesadilla en la cocina, Alberto Chicote cuenta con ayuda para degustar y valorar los platos de este buffet libre de Cádiz. El humorista, actor y cantante Pablo Carbonell acompaña al chef para someter a examen la oferta culinaria de 'El Cantábrico'. Una experiencia que califica como una "auténtica pesadilla".

Tras la cata, Alberto Chicote y Pablo Carbonell echan un vistazo a la cocina de 'El Cantábrico'. Allí conocen a Antonio y Ramón, los dos cocineros del buffet libre que les enseñan las condiciones en las que se encuentra su lugar de trabajo. Después de ver la "pocilga" que tienen como cocina Chicote pide responsabilidades. Tras no recibir respuesta, tira de ironía: "¡Bah! ¡Qué más da! Si una cocina es un espacio naturalmente sucio".

Para ver cómo trabajan, el chef Chicote es testigo del primer servicio de 'El Cantábrico'. En él descubre porqué los platos tienen tanta grasa y están tan aceitosos. Además de un vistazo rápido conoce la razón por la que el "aceite está más negro que la conciencia de Voldemort".

Al finalizar el caótico servicio, llega la hora de hacer balance. El chef de Pesadilla en la cocina echa en cara a Francisco que no se haya comportado en cocina como un líder y a los cocineros que hayan hecho una "albóndigas de mierda en tres minutos" para sustituir un plato que se había terminado. Una crítica que Ramón, el cocinero, se toma muy a pecho y por la que acaba abandonando el buffet libre. "¡Quitadme el micrófono o me lo arranco!", amenaza.

La falta de autocrítica en la plantilla de 'El Cantábrico' preocupa y mucho a Chicote. Sobre todo la de Antonio, el cocinero que además de no reconocer sus fallos, no prueba la comida. ¿La razón? No le gusta. "Yo no pruebo mi comida, no me gusta. Me gusta la de mi madre y mi mujer", asegura.

El buffet necesita cambios, no sólo en la actitud del equipo de 'El Cantábrico' también en su imagen. Por eso, el equipo de reformas de Pesadilla en la cocina se emplea a fondo para que el restaurante pase de ser un geriátrico de los años 70 a un buffet libre renovado.

La última prueba es el servicio de reapertura, que aunque empieza siendo un auténtico caos termina con la ovación de todos los comensales por un trabajo "de 10".