Esta semana, Alberto Chicote viaja a Valencia para acudir a la llamada de auxilio de los San Filippo, una familia siciliana de tradición hostelera que a pesar de haber tenido éxito profesional en el pasado hoy vive una situación cada vez más desesperada.

Los clientes no entran y los que entran no vuelven. Debido a la mala marcha del restaurante, la madre y el hijo mayor decidieron darle un giro a su cocina y hacer fusión italiano-española. El resultado: platos sin identidad, patatas bravas que no pican, paella con aroma a pesto espaguetis con nata cortada o calamares aderezados con tinta de calamar que puede resultar tóxica. Además, el padre es tremendamente supersticioso: echa sal por el suelo antes de los servicios para que le dé buena suerte. Y el hijo mayor cada día es más prepotente: cree saberlo todo, ser el salvador de los problemas y no necesitar aprender nada más.

Padre, madre y los tres hijos viven diariamente un infierno de reproches en el que los gritos de la cocina se escuchan en cada rincón de la sala. Las tensiones son cada vez mayores y Alberto Chicote llegará a desesperar ante la cantidad de errores que se comenten dentro y fuera de la cocina, así como ante la falta de comunicación de todos los miembros de la familia y el descontrol total.

El chef tendrá que armarse de paciencia y decidirá decirle al hijo mayor de la familia aquello que nadie le ha dicho hasta ahora: que trata con desprecio a los suyos, cree que lo sabe todo y vive en una realidad completamente fuera de lugar. Además, toma el mando sin que nadie se lo pida y no acepta críticas de nadie. Ante tal situación Los San Filippo tendrán que hacer un gran esfuerzo y un duro trabajo para llevar a cabo los consejos de Alberto Chicote y sin los cuales no será fácil sacar a flote un restaurante en el que hay muchas expectativas puestas pero muy pocos resultados.