El presidente ruso, Vladímir Putin, trataría sus excrementos como si fueran secreto de Estado. Según el diario 'Paris Match', Putin tendría dos imprescindibles de viaje, un inodoro propio y unas bolsas especiales que utiliza para guardar sus excrementos.

El 'modus operandi' del mandatario ruso cada vez que sale de su país sería el siguiente: defeca en su propio váter, y después sus guardaespaldas recogerían las heces y las guardan en unas bolsas especiales. Después, las envían a Rusia donde acaban destruyéndolas.

Esto lo haría para evitar que las heces caigan en manos enemigas, según el medio, para que no puedan analizar sus restos fecales y no puedan saber su estado de saludo o los problemas que pueda tener que, como todo lo que le rodea, son una incógnita.

La paranoia podría surgir raíz de lo que ocurrió en 1964, cuando el servicio secreto danés robó los excrementos del líder soviético Jruschov. Con la ayuda de un fontanero manipularon las tuberías y el contenido acababa en el poder de los daneses, aunque su utilidad fue más bien nula. Estas "cloacas del Estado" perturbaron tanto a Putin que no quiere que la historia se repita.

Tal y como recoge el citado diario, el periplo se extendería a otros restos orgánicos, a un control exhaustivo de las huellas que deja el presidente, y además lleva su propio termo para no usar ningún vaso ajeno. Cabe recordar además que tiene un catador personal, que come y bebe todo lo que Putin quiere llevarse a la boca. Además, cada vez que viaja se llevan sus propia comida y sus propia bebidas.

Estas obsesiones concuerdan con su extensa seguridad, conformada por 400.000 efectivos centrados en cuatro círculos: guardaespaldas personales guardias camuflados, seguridad entre la multitud y francotiradores.